viernes, 2 de marzo de 2012

Lucecitas de neón bailando en el espectro de los ojos
que se vuelven abrillantados por la sobredosis de mariposas
amapoladas. Mareando las palabras eléctricas, de vibraciones plateadas,
de resistencias que guardaste en los ovillos de papeles. Rayada de tizas vencidas
escribo en pizarras invisibles de suspiros que huelen a algodón de azúcar.
Rítmicamente los tics de ansiedad se elevan a las mieles frenéticas
que se sacuden en las semisombras de las ventanas que soplan flores
sin primaveras.  Repulsiva de tabúes que escupo en la mesa familiar
llego al orgasmo libresco, con dedos de colores lubricados por
tiburones de tierra; con manos juguetonas de plástico fosforescente,
con la vergüenza instalada en el grito final del postre.


Qué pasa piel que estás aspirando aire sonorizado
con aroma a frenetismos; qué pasa cuerpo que
tenés raíces frutales desde donde cuelgan frases
incoherentes; qué pasa ojos que  verdes están de
repetir vocales inexistentes. Qué pasó que las estaciones
no trajeron los vientos de mares colocados con sus arenas
que entibian a los amigos invisibles. Qué pasó que las
ramas cerebrales están cada vez más compactadas
y luchan por alcanzar los alrededores  libres. Qué pasó
que los golpes son cada vez más mambeantes.
¿Qué pasa que de repente todo lo libre  floreció en una
bocanada de libertades cúbicas y se instaló en mi libro?

SIGO PERDIDA EN LAS TUS SONRISAS MASTURBADAS.


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