“Los
riesgos absurdos son los que le dan sentido a la vida” Homero
Simpson
(Y
un sonidito empezará a repicar en el comedor. El aire de tu boca
hará corcoveos espasmódicos y seguro intentarás pedir ayuda a
través de la mirada miedosa, que lo último que habrá podido hacer
fue admirar el techo caluroso; y con un poco de diferencia, lo último
que hará mi mirada será descoser tu atardecer.)
Porque
ya estoy despojada del lenguaje tímido, está desvergonzado, al
parecer tienen una sobredosis de SOMA, todo lo que manifiesta son
positividades. Pero no te asustes, no sumo muchos síntomas positivos
para que esto sea algo esquizofrénico, estoy cuerdísima. Por ahí
tomalo así: mi fracaso por abrazarte se llevó las cortinas de tu
casa para esconderse, y eso fue un factor ambiental al contexto que
te estoy explicando.
Pensé
que toda yo era necesaria para vos, pero siempre en una posición de
asedio, removiendo las fechas y situaciones, enviando palabras que no
te molestasen y que tampoco revelasen la desesperación que chorreaba
en confesiones anémicas desde la cabeza.
Intenté
darle licencia a los sarcasmos, a los chistes y bromas que te
describían. Intenté no traer a los desacuerdos y por desgracia,
siempre terminaba perdiendo en ese juego crítico de atraerte.
Sudaba
de revolución la piel por haber despertado a esa dependencia
horripilante. Ahí fue un punto a tener en cuenta: me desprendiste
del verano.
A
lo mejor, (deducí sacando conclusiones también por vos) somos
resúmenes y víctimas de los postulados de la imaginación, que al
ser tan presumida se aplana las arrugas ¡siempre tan joven! además
lo hace con una habilidad, te diría hasta irrespetuosa, no sólo por
ser arrogante, sino por crear circunstancias que me embriagan y me
alimentan de estupidez, sin días de licencia alguna.
Pero
bueno, ahora no creo que sea tarde ni temprano para lo que quiero,
porque lo que el remordimiento ansía, lo cumplo con una elegancia
tensa, sin precauciones. Antes no pensaba eso, pero Doña dolorosa se
cansó de comer estrellitas, de verte haciéndote el actorcito
chorreando molestias, de escucharte carraspear, de todo, la verdad
que de todo.
Quizás,
a lo mejor es mi culpa eterna de verte algo distinto y mágico cada
vez que intentaba descifrarte.
Pasa
que te quiero como la Luna ¿entendés? Las manchitas de la Luna que
a veces parecen un conejo al revés y a veces siluetas de miedos
nocturnos; la Luna que imanta energética los pensamientos y que
deja que cuelgue anonadada sin precauciones. A veces siento que sos
eso, como un cacique de tierras burguesas, un cipayo de mi
cotidianeidad, desvelándome y estrujándome en llanto, dolorosa en
mi propio error; y todo eso empezó a pasar desde que supe que en tu
cama, en la oscuridad, me desoñás.
Vos
tenés la culpa, no construiste amor, fuiste un arquitecto de
tormentas.
Ahora,
no tengas miedo, no quise llegar a tener que sorprenderte en tu
patio. No quise herir tu casa y tranquilidad. De verdad. No soy así.
Vos lo hiciste. Prometo que no voy a dejar la sangre en el sillón,
pero sentate y no te muevas. El filo de esto ni yo lo puedo contener.
Pero ¿entendés a lo que llegaste con tu indiferencia a medias? No
soy despechada. Tengo miedo de cortarte el cuello, por eso voy a
introducir la punta de la cuchilla en tu ombligo, y de ahí,
descoserte, rápido o lento, todavía no tengo idea, pero sí tengo
decisión.
Porque
no hay retroceso con tus disculpas o lo que sea. Ahora si decís un
te quiero o un me gustás no tendrá validez, al contrario, dolerá
más.
Quiero
que te excuses un poco así a tus palabras las encierro en un
pabellón psiquiátrico de mi corazón.
Todo
esto porque no me diste un beso ¿sabés? Encima tengo que
explicártelo.
Yo:
la que ansiosa de que me vieras y saludes inventaba rutinas
innecesarias, la que cruzaba dedos para que me escribas, la que
baldeaba mil veces la vereda esperando que pases y quisieras quedarte
a charlar, yo la superada en cuestiones maritales, yo...yo..la que no
soy así pero vos moldeaste y arrojaste a la espera. No. No es algo
psicópata, es el producto de un desmantelamiento emocional que
generaste al no querer darte cuenta que te di tanta importancia como
los cuervos a Hitchcock.
Pero
bueno, ya está. Dame el beso así puedo ignorarte, como siempre lo
hiciste vos.