miércoles, 29 de febrero de 2012

Atrapada en el contexto de las escalas de grises y paranoias del recuadro impuesto por antojos de fronteras artísticas, es que gritan, con sonido de guitarra distorsionada, las manos de la mujercita creada al compás del humo del cigarrillo. Rayos solares frutales, nadadores del mundo, conocedores de noches y brillos, atemporales y sin vidas, festejan los sin colores que se explayan sobre el aire cósmico de miradas tapadas que se exponen en el ojo sorprendido. Basura de enojos cocinan pasajes para encontrar a los colores fugados, que se muestran para seducir, y desaparecer en las entrañas de los puentes que conectan a bailes lunares y planetarios. Con pasitos descompaginados es que las sonrisas sonrojadas se mueven de pincel en pincel, huyendo caprichosas, sin dejarse entender. La mujer suda y vuela enrollada en sabores que desmayan neuronas; intenta escapar hacia las explosiones mentales, a las puertas de los adjetivos que besan repulsivamente las probabilidades. Y es así que ella te hace perder en su mirada y te encierra. Es su plan. Y funciona.
(ilustración de Daniela Casal)

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