Me gustaba trepar los árboles pensando en que eran tus ramas
cerebrales que se exponían a mis manos. Efímero. Siempre fue efímero
todo en nosotros. Caricias brutas y quebradizas. Besos esqueléticos y
ruidosos como las hojas secas expuestas a tifones y huracanes de
hipocresía. Si piensas ahora en los momentos
en que tu ropa me abrigaba porque me rompía de a poco a medida que las
horas avanzaban anunciando tu despedida, recuerda por favor los rayos
de luz que caían sobre tu cara haciéndote arrugar el ceño, agregándote
años a tu vida corta pero violenta y veloz.(...)
El
invierno tardaba en irse, se instalaba en cada rincón de los cuerpos.
Abrazadas las desilusiones y enfermas las pasiones. Los libros
rescataron el sentido del olvido ponzoñoso.
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