Diecisiete moscas sacras de huracanados aleteos frágiles que se traducen en palabras lúcidas de herejías conquistadas, en revuelo marítimo irreal de oraciones santificadas, han tomado, sin conciencia de saber hacia dónde dirigirse, al cuerpo de la habitación
que quedó náufraga de tardes lluviosas; esas tardes encendidas de
calores que retumban ruinosas de veracidades. Mientras, en las teorías
escépticas de finalidades melodiosas, un sutil viento revolotea el
cielo vomitivo de asomadas tímidas estrellas con náuseas de luna.
Y toda la luminosidad se convierte en una enmoscada súbita hacia las manos embarradas de perdones, planificada al detalle para prisiones de milagros exhaustos por el estúpido dios en cretino y en un saludable escondido panteísmo; todo lo escupe como un legado lastimero, rodeado de ahuyentados mares comestibles.
Ahora el Universo de moscas impacientes, envueltas en virtudes, ideas y naturaleza, dominan la astronomía de este espacio amplificado en ternuras espantadas y ellas, asquerosas hasta el hartazgo, se aprovechan: estallan en murmullos multiplicados, en sermones eternos de formas viajeras, en habladurías ásperas que acompasan al sucio descanso; insisten en catequizarme entre succiones soñadoras y veloces oraciones inconexas de ala tierna en estado de pánico.
Montadas en incesantes cópulas, divertidas, orgiásticas, aplaudidas por gestos de pantomima y ya borrachas y esfinadas de basura, todas ellas, las unas en las otras invirtiéndose en roles solitarios, aspiradoras de aires húmedos que se sostienen en abismos juguetones, se convierten en arcángeles zumbadoras de miles de ojos rojos que revoloteando en mi falta de fe logran serenarse en el reflejo de la atemporalidad.
(en negrita texto original de Federico Leicht.Lo demás mio)
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