Necesitaba inspirarme el el desahogo de las purpurinas vencidas
de sonoridades ausentes y colectivas; esperaba el gusto de las pesadillas
nocturnas mientras apretaba las páginas del libro repetido por error.
La amistad de Mágico no es suficiente para sobrellevar esas respiraciones
asfálticas de dolores que descansan descaradamente en la puerta de casa.
Pero se aguanta el humo que acaricia la piel dibujada por mariposas
descaradas en conocimientos mentales, porque de cualquier otra manera
o forma, las fronteras del piso se desvanecerían a la primera bocanada
de delirios reales.
Abraza el árbol para consolar las risas que nacen porque sí desde los
talones que se percuden sobre la espalda musical de la oruga que pincha
olvidos, distancias, recuerdos sin memorias y otras cosas que se ofrecen en
el cajón de ofertas sentimentales.
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