La humedad, los silencios, el relincho del caballo y los ruidos de los cortes de motos, le empezaban a incomodar mientras leìa y releìa esas cartas encontradas en los Libros.
Las mismas frases, las mismas situaciones y las excusas similares a travès de contextos incòmodos. Todos los llantos innecesarios. Esta vez, no llorarìa.
Se levantò, se puso el jogging (del que sabìa no iba a existir vuelta atràs para deshacerse del mismo) y la remera vieja que siempre està nueva. Abriò la ventana, llamò al perro, le dio de comer, entrò la ropa colgada porque se avecinaba la lluvia y se fue a caminar.
Se fue.
Ninguna lectura la pudo salvar.
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