Y sin pensarlo ni pudiendo retener la acciòn, el llanto apareciò. Un llanto revoltoso, que la encontrò de rodillas, con todos sus papeles desparramados y la cajita (en donde guarda entradas, listas, tickets y apuntes) dada vuelta, mirando contra la pared, como si estuviera en penitencia. ¿Cuànto de ella hay en todo eso que se està diciendo? ¿Cuànto es real y cuànto es el tiempo que ya no existe o que se comprimiò para que el acercamiento sea cada vez màs palpable?
Sabe que delira, pero tambièn sabe que las conexiones existen.
Que tu ausencia, tu alejamiento, tus diálogos entrecortados y tus apariciones espontáneas es sòlo el ensayo del dolor venidero. El dolor que ya està en ella hospedado desde añares, festeja. La depresiòn interna, heredada y aclamada por su ànimo, se potencia y piensa que el suicidio no es una mala acciòn. Ni siquiera una decisión. Es algo a lo que se arrastra, nadando entre lecturas y libros escondidos; tus palabras y tus gestos tienen mucho que ver en eso.
Encontrar belleza en donde todos ven el horror, es su juego desde pequeña, junto a sus dos amigos invisibles que cada vez son menos imaginarios. No hay parámetros establecidos que respete. Y eso no significa que va a contramano, es su escudo para pensar màs tranquila. Su perspectiva de anàlisis no varìa ni va a cambiar por tus malas acciones.
El llanto apareciò, sin esperarlo, porque te estàs llevando parte de su amor y espera que se lo devuelvas.
Algo, que ya se sabe, no tenès ni la mìnima intenciòn de hacerlo.
Y eso, a ella la adormece. La ensoñaciòn le baila. Los recuerdos le dan latigazos.
El neòn no deja de brillar a compás del adiòs. Te nombra.
Siempre.
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