jueves, 3 de agosto de 2017

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Dijo "te gusta Rejtman porque se rìe de los chilenos". Hice que no lo escuchè. Me hice la sorda. No creo que sea asì. Tan asì. Si me gusta Martìn es por eso y por màs. Una vez vi a Alan Pauls y le dije que era una versiòn cuasi algo de Rejtman. Por el pelo, dijo. Error fatal de su parte. Le realicé una devoluciòn de lectura a la Historia del pelo. Con chistontos incluìdos. Le aconsejè que no posara tanto para las fotos, "eso le queda bien a Martìn, no a vos". ¿Se gustaron cuando dialogaron? No obtuve respuesta. Asì que tuve que soñarlo.
 Despuès, volviendo al sitio real donde estaba sentada, en una mesa colectiva de gentes que me molestaban màs que agradar, siguiò al habla, el tipo este; ahora criticando a Cortàzar, explicando que le aburría pero el que aburrìa era èl. Dije que a lo mejor, a lo mejor, recalcando el mejor, el aburrido era èl. Pero casi nadie me escuchò. A veces soy imperceptible. Algo asì como invisible. Cuando dijo que la poesìa no era literatura, lo mirè y para que quede claro el posicionamiento hacia sus palabras, lo escupì. Y lo mirè fijo despuès de la escupida. Creo que con una dosis mìnima de odio. Y me quedè sentada. Con el tenedor en la mano, apuntando hacia èl. Estilo matona. Hubiese querido ir al cine con vos y no a cenar con estos amigos. Pero vos no me hablàs. Y yo tampoco. Porque es tu turno de comenzar. Creo que nuestros orgullos se estàn dando batalla sin matarse. La pelea los aviva , como el viento al fuego. Son fatales.Nos dominan.
Cuando nos vamos los amigos dijeron que no me iban a llamar màs para salir porque siempre hacìa papelones. "Bueno, joya" les contestè. La verdad no me importaba en absoluto. Siempre, con ese grupo, terminaba sentada comiendo en un bar espantoso con gente desagradable discursivamente. Y mi cabeza se iba a esos dìas en que nosotros sin ser yosotros nos reìamos de nada aunque el lugar fuera estèticamente raro. Ahora que pienso mejor, mientras el tarado este se hace el crìtico de arte, el raro era vos. Un poco yo. Como para sentirme parte de algo. Empecè a extrañarte. No mucho. Quizàs porque me gusta que alguien haga el mate en la mañana y el no hablarte màs implica una casa menos para quedarme, perdiendo ese privilegio de no ser quien se tiene que levantar primero. Pienso si quedarìa alarmante o de arrastrada mandarte un mensaje. Pero tampoco se me ocurre què. Porque a  lo mejor estoy  eliminada de tu lista de queridas.
"Te extraño". No. Muy directo y a lo mejor no vas a entender que tu casa està cerca de donde estoy y quiero ahorrarme el taxi hasta la mìa. Un "hey, todo bien?" No. Menos. Dudo de la expresiòn hey y el tener que usar un solo signo de interrogaciòn; reacciono que el todo bien es patètico. La verdad que nadie està bien. Y de todo corazòn, ojalà que estès mal. Y no me importa si estàs bien. No quisiera saber de vos. Salvo si estàs en tu casa para desligarme de este sitio. Y para abrazarte porque quiero abrazarte un poco màs.
En el momento en que suena una canciòn de Diego Torres, todo empeora en el interior de las conclusiones que me narro de consuelo. El pibe ahora es experto en motos. Habla de los diferentes  tipos de cadenas y de aceites especiales para las mismas; abandono esas palabras y trato de imaginarte las expresiones si recibieras un mensaje de mi parte; vuelvo a reaccionar y el tipo ahora està hablando de los diferentes suelos que tienen las canchas de tenis.
No quiero tomar màs vino pero lo hago en automàtico para tratar de no contestar al sabelotodo que no dice nada en concreto. Miro el reloj y son las cuatro y veinticuatro; pienso en el insomnio que siempre aparece. Ojalà que lo tengas o que estès como yo en estos momentos. Que quieras escribirme. Y mejor que no lo hagas porque dirìa que sì a lo que fuera. Incluso si es sòlo para pedirme que limpie el baño de tu casa porque no tenès ganas.
El pibe ahora està gesticulando de manera exagerada. Creo que està imitando a alguien y le sale tan mal que atino a preguntar haciéndome la misterio, hablando fuerte a propòsito pero con cara de nadie me escucha, al  amigo que tengo al lado "¿està teniendo convulsiones, alguien sabe si es epilèptico?" Mi amigo se aleja girando el cuerpo. No quiere ser còmplice en mi observaciòn. Pensè que si vos estabas acà, con solo mirarnos hubiéramos pactado que era hora de irse o emborracharse hasta vomitar en la mesa. Sonreì, ensoñada en que la telepatìa es real y estabas sintiendo mi llamado. La sonrisita estaba cada vez màs presente. Seguro estarìamos atorados de carcajadas, con salsa chorreada en la ropa. Pude ver tus gestos.
Alguien grita fuerte mi nombre exigiendo que pida disculpas a Leonardo. La verdad no sabìa quièn era Leonardo. Resulta que el tipo que hablò toda la noche y que incluso se sentìa libre de hacer imitaciones que nadie pedìa, se llamaba Leonardo. "Mi tortuga ninja preferida" dije como para quedar bien.  Pero no me importaba quedar bien. Lo dije porque sabìa que no querìa pedir perdòn por algo que tenìa razòn.
Fui al baño. Colguè mirando fotos de tu facebook. Ebria como estaba empecè a preguntar a las chicas que estaban en la fila si te conocìan. Despuès cambiè la pregunta para saber si a alguien màs le parecìas lindo. Y asì, logrè un cuestionario donde estaba bastante còmoda;  hasta que entra una moza y me dijo que tenìa que irme del lugar.
Alguien habìa pagado. Vi a los llamados amigos afuera. Me retaron. Dijeron que no me invitaban màs a nada de nada. Miro el celular y por arte de magia aparece una publicaciòn tuya. Un tema musical. Espantoso. Con una anècdota mal redactada. Tenìa ganas de escribirte para decirte si estabas borracho en algùn lugar. O con insomnio. O si te estabas levantando de madrugada porque venìan tus familiares de visita. O si habìas dejado de verte con la nueva chica de ocasión. Y asì porque sì, una baba larga saliò de la boca. Me dormìa parada, apoyada en la pared. Y como  sentìa algo raro en el cuerpo, decidì tirarme al piso.  Porque sì. Porque ya iban dos semanas que no me caìa. Y eso no estaba bien. Y aunque esta vez era forzada, fue suficiente para romperme el diente.
El diente roto fue tema de conversación en el trabajo. Superò al otro tema que es el color del pelo. Cuando terminan las diez horas laborales me duele la cara de sonreír sin gracia alguna. De fingir sorpresa ante un chiste que alguien cuenta como novedoso pero ya me fue contado tantas veces que hasta imagino que hay un complot que quiere saber cuàntas veces rìo de lo mismo. Una empleada del mes pero sin premio. La antialgo.
Pensè que tendrìa que haberme roto el diente algùn dìa que lloviera. Asì evitaba conversar de lo mismo toda la jornada. Anotè en el cuaderno de metas y objetivos que semana a semana le leo al psicòlogo: "mirar el pronòstico extendido para caerme en dìas de lluvia".

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