Mis
ojos, tus labios, mi no sonrisa en eterna tristeza, tus gestos de
demencia anunciada.
Es
el sufrimiento del viento que ya no sabe cuál velocidad ser.
La
manta ondulando en el océano de tréboles sacude las piernas;
espasmos en las manos.
Hay
un algo que chirría desde la madera, lo volátil de tus caricias
raspando el cuello;
lija
tus palabras que infectan el oído débil de infancia, así lográs
que resurjan los
movimientos
torpes; y cansado el cuerpo se tumba a un lado, dejando el alerta sin
anunciarse. Hay
tres lunas sonándose la nariz con tules de galaxias prenatales.
Un
par de lombrices charlando de avances con dos cangrejos viejos y un
libro sin señalador junto a la taza de té. La humedad de tu lengua
ya es suave escarcha.
Elegís
estar ahí,
conmigo, sabiendo que la hiedra se
te
adosará
y sacará
tu respiración.
Es
un ensueño,creés que la docilidad será un buen alimento para las
palabras que nos abusaron.
Pero
no. Ya intuyo que seremos otra espera a voluntad de terceros para ser
quemada.
Lo
sé, porque no hay buganvilia ni pasionaria. Sólo hiedra con
dientes.
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