si aùn dándome las ilusiones
màs precarizadas, el destrato màs parco y los adjetivos
màs despectivos, siempre te esperaba en deseo y piel.
què ardor de glacial entregaste a mi timidez e ingenuidad.
lo pienso en voz semibaja, casi un rezo mìstico, empapada de tristeza,
entre los arboles en la
nocturnidad del parque
mientras el perro revolea el rabo de felicidad
y el abrazo de mi amigo
es un mantra sanador
que seca làgrimas y mueve mi cabeza hacia arriba:
entonces, escudriño el cielo.
con tantas estrellas visibles
por tantos departamentos desocupados y con persianas bajas.
lejanos y oscuros.
me cuestiono por què fui
dejando el amor en vos,
si estabas dispuesto a herir.
pleno de goce
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