Hay días en que son tristes.
Muy tristes. Y siento que todo es montar un caballito de plástico fijo
en una calesita cuyas luces abren los ojos haciéndolos parecer a un par
de caramelos ácidos. Ojos lastimosos que remontan a la niñez fusilad...a.
Hace bien sentirse mal sin pensar en el suicidio. Se me cae el cuerpo y
se desparrama como sapo reventado en el pasto húmedo del patio que
tiene el tamaño de una vía láctea descremada.
Cuando te fuiste
sentía la necesidad de ganar la sortija una y otra vez hasta marearme y
vomitar los quejidos del sueño trozado y enredado de auto-pistas
desdeñosas.
Arden por todos lados del lugar los colores de tu sonrisa. Y los de tus serias reflexiones primaverales.
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