¿Qué pasa? ¿Vas a analizar la infancia desarmada o vas a
sermonear consejos rebalsantes de moralina estúpida? La verdad es que pienso “aunque sea pongo cara de nada y te mire con expresión vacía reflejando un
interés absurdo”; pero no. Mejor no.
Se
levanta y se deshace del abrazo de la intolerancia que susurraba tonterías a
las piernas dormidas. Mirá, la verdad verdadera es que si alguien sale
lastimado no sos vos, ni yo, ni los demás. La que sale lastimada acá es la
señorita Distancia que cada día está más delirante.
Hago
el esfuerzo de buscar un punto fijo
para no ver tu expresión absurda frente al tiempo que te arrastra a un
mundo real de dolor. ¿Cómo aguantar todas las palabras que te está diciendo
ahora? ¿Son las mismas que anoche se revolcaban conmigo entre las sábanas
transpiradas? ¿Son ellas?
Estornuda.
Patalea. Grita. Moquea. Siempre con esa expresión obsoleta intentando
manifestar dolor o arrepentimiento. Si lo supiera pondría el qué es. Pero el
tiempo es un ser raro.
Aún
sigo esperando el ruidito del pedal que se asimila a repique de tambor mal
curado. Y quedo sin ansias de revolver deseos prometidos porque el obturador
absorbió la no imagen del beso.
El
tiempo fingiendo estar despedazado se sienta
a aspirar las insinuaciones de libertad mientras yo me voy para no
escucharlo disparar frases de qué hacer y cómo actuar.
La
bicicleta llega, pasa veloz, se hace ver , y antes de saberlo, los rayos
divinos lograron una perfecta abducción de nuestros ojos. Nos rozamos. Nos
saludamos. Nos regalamos comentarios sin sentido alguno. Nos esperamos.
Eso
hacemos. Esperar.
No
voy a invitar a la ansiedad en esta construcción sin sentido aparente; porque
aunque suene a remordimiento, espero tenerte en el collage de los deseos
nacidos desde tus sonrisas.
¿Te
espero descansada de pasados entonces?
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