jueves, 5 de julio de 2012

Espera sin tiempo.

(Dibujo de Daniela Casal)



¿Qué pasa? ¿Vas a analizar la infancia desarmada o vas a sermonear consejos rebalsantes de moralina estúpida? La verdad es que  pienso “aunque sea  pongo cara de nada y te mire con expresión vacía reflejando un interés absurdo”; pero no. Mejor no.
Se levanta y se deshace del abrazo de la intolerancia que susurraba tonterías a las piernas dormidas. Mirá, la verdad verdadera es que si alguien sale lastimado no sos vos, ni yo, ni los demás. La que sale lastimada acá es la señorita Distancia que cada día está más delirante.
Hago el esfuerzo de buscar un punto fijo  para no ver tu expresión absurda frente al tiempo que te arrastra a un mundo real de dolor. ¿Cómo aguantar todas las palabras que te está diciendo ahora? ¿Son las mismas que anoche se revolcaban conmigo entre las sábanas transpiradas? ¿Son ellas?
Estornuda. Patalea. Grita. Moquea. Siempre con esa expresión obsoleta intentando manifestar dolor o arrepentimiento. Si lo supiera pondría el qué es. Pero el tiempo es un ser raro.
Aún sigo esperando el ruidito del pedal que se asimila a repique de tambor mal curado. Y quedo sin ansias de revolver deseos prometidos porque  el obturador absorbió  la no imagen del beso.
El tiempo fingiendo estar despedazado se sienta  a aspirar las insinuaciones de libertad mientras yo me voy para no escucharlo disparar frases de qué hacer y cómo actuar.
La bicicleta llega, pasa veloz, se hace ver , y antes de saberlo, los rayos divinos lograron una perfecta abducción de nuestros ojos. Nos rozamos. Nos saludamos. Nos regalamos comentarios sin sentido alguno. Nos esperamos.
Eso hacemos. Esperar.
No voy a invitar a la ansiedad en esta construcción sin sentido aparente; porque aunque suene a remordimiento, espero tenerte en el collage de los deseos nacidos desde tus sonrisas.
¿Te espero descansada de pasados entonces?




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