Y tenía la sonrisa adecuada para hacer reír al sol
y las manos resecas para acariciar la espalda de la Luna.
Tenía todo lo necesario para producir avalanchas de tintas
domingueras de ocasiones no nacidas en las nubes del sin cielo
de ruidos de ciudad.
Era alto, tan alto como el gesto de los hombros destruidos
por los brazos que se agitan cuan estrellas fugaces sin deseos.
Y tenía los chirlitos más dulces, empalagosos, suaves, tornasolados y
un poco violentos cuando el cuerpo pretendía acariciar su esencia.
Ahora, sigue teniendo todo eso y quizás más, pero acá no quedan más
que pesadillas y sus mentiras que hacen llorar.
Me gusta este, es como el vacio desnudo de la voz
ResponderEliminarsin cuerpo con forma opacada en el pozo de disgregación. La nada habita agujereada por alfileres y somniferos en la espalda de la locura,donde el reloj de arena roto dibuja un contorno de ligereza en un desierto sin eco.