viernes, 28 de diciembre de 2012
Radiografía de palabras para el Cielo
Y por causalidad fue que pudimos ver cuando los caracoles fingiendo lentitud se acariciaban con saliva para trabajar la magia de explotar una palabra que se reía de la siguiente oración; porque el viento, después de varios estornudos, logró atrapar la invisibilidad de moléculas juguetonas y fusionados pudieron obtener una radiografía del cielo para que ahí, en esa alineación extravagante nos pudiéramos sentir.
Y era fascinante aspirar cómo se agitaban oleantes los pulmones de esas nubes pasajeras conteniendo jirafas que vomitaban nuestros entresueños de pesadillas grotescas; y no se si está bien recordar que la Lluvia estaba vestida de silencio mientras que el Sol y la Luna, complotados cuan flores polenizadoras, le dieron la espalda. Ese día, la Luna salió herida, quemada por un rayito de Sol en su codo de artista.
Y nosotros,
dándonos cuenta del hechizo venidero
y de los dolores arrastrados,
decidimos barrer las calles
para que la próxima teletransportación acuática
sea sin culpa de tiempo;
pero, sobre todo, y quizás lo más revuelto posible,
intentar que se produzca desde nuestros abrazos.
miércoles, 26 de diciembre de 2012
.,
Porque quizás todo se escapa levemente
en sonidos sin melodías. Tus manos que se
fueron con llantos son las mismas que piden
el regreso de algo que nada existió.
Los caracoles están desconcertados ante
la visita que duerme desmayada en el pasto
arco iris y esa distancia que es cercanía
se agarra la cabeza ante tanto descontrol
de purpurina.
Ahora sostené esto porque vuelvo a quebrar
en repiques de caramelos masticados.
en sonidos sin melodías. Tus manos que se
fueron con llantos son las mismas que piden
el regreso de algo que nada existió.
Los caracoles están desconcertados ante
la visita que duerme desmayada en el pasto
arco iris y esa distancia que es cercanía
se agarra la cabeza ante tanto descontrol
de purpurina.
Ahora sostené esto porque vuelvo a quebrar
en repiques de caramelos masticados.
jueves, 13 de diciembre de 2012
Trato de entender.
María José Daffunchio |
Con la capa desenganchada del lado
izquierdo el dolor aparecía aspirando las luces de los pasillos
marmolados de ternura. Era el llanto que caía sobre los libros el
que causaba la demencia, pero la mirada, anillada como Saturno, sin
dudas la culpable de esperar la visita que no llamaba a tiempo.
Siempre recurrente el paisaje para
complementarse con la angustia de los muñequitos vudú, tan sádicos
esperando más y más maltratos y agujas en el cuerpo. Esa misma
sensación que sentía la jirafa espiona cuando intuía que te
levantabas del piso para irte a construir nubes de maderas.
Tus manos se derretían junto al
ascenso de las mariposas ciegas hacia ese cielo que reventaba de
música; quizás la lengua no podía explicar la melódica ansiedad
del destino marcado, atravesado por el ánimo de jugar a las rayuela
infinitas donde los besos vergonzosos se escondían en el silencio
de la inseguridad.
¿En qué parte del invierno se atoró
el miedo? ¿Cuándo fue el momento en que el libro ayudó a dormir y
te reemplazó? Y la pesadilla confirma extasiada: ¡Cuántas palabras
se tiraron a descansar en tus piernas mientras el viaje se posterga!
Por donde se mire el recuerdo sin
memoria, el olor a viento sigue siendo constante, porque las
ausencias de certezas resultan que se fueron a nadar al asfalto
destruído. Y la bicicleta anda paseandera con otras incertidumbres,
sin ganas de estacionarse como lo indica su destino; no le importa
pincharse ni que se le mueva el asiento, porque sabe que con su
altanería rompe la alegría y la coherencia del cerebro que la
piensa entre noches con sol y días sin sentidos.
¿Y por qué no está el arco iris de
caracoles? ¿Dónde se ocultó la hipocresía de la actitud
humillante que deja varada a la alegría debajo de la cama? No se
entiende el silencio repentino, pausado y planificado con sorna de tu
parte.
Por suerte el árbol algo entiende y
trata de mover el piso con sus raíces poderosas de amor genuino,
pero se sabe que de nada sirve. Tu ignorancia mediocre no sabe de
poesías, ni de begonias, ni de visitas comprensivas.
Dejá, ni te molestes, porque mientras
el infanticidio se encapriche en seguir limpiando la biblioteca, el
dolor de la demencia será incrédula, y no habrá destino en dicha
que valga.
viernes, 7 de diciembre de 2012
La indiferencia logra que el llanto vuelva
a convertirse en depresión. ¿ Y qué será mejor?:
matarme o seguir muriendo con el dolor de las mentiras.
Las palabras cuando se suicidaron lo hicieron en la puerta de tu casa; y vos
te burlaste con abrazos de asco, te reíste hasta hoy de la dependencia
a tus besos.
Y lo único que planificaste fue la huída, sin dar la cara, sin sostener
fundamentos.
Pero es tanto lo que te extrañamos con el árbol que cada
ruido que el viento hace sobre la puerta, los ojos, automáticamente
buscan nuevas notitas por debajo de ella.
a convertirse en depresión. ¿ Y qué será mejor?:
matarme o seguir muriendo con el dolor de las mentiras.
Las palabras cuando se suicidaron lo hicieron en la puerta de tu casa; y vos
te burlaste con abrazos de asco, te reíste hasta hoy de la dependencia
a tus besos.
Y lo único que planificaste fue la huída, sin dar la cara, sin sostener
fundamentos.
Pero es tanto lo que te extrañamos con el árbol que cada
ruido que el viento hace sobre la puerta, los ojos, automáticamente
buscan nuevas notitas por debajo de ella.
miércoles, 5 de diciembre de 2012
chau.
Pude vestir la mirada que se fue a la ventana rota.
Le puse tules rosas y brillos dorados para cegar la indiferencia.
Intenté callar las palabras de lágrimas que jugaban
tendidas en el borde del ojo y en los labios apretados.
Sentí el silencio a descompás de la realidad y tuve la
sensación de escuchar rogar al abrazo abortado: los presentimientos
de las interferencias que gritaban un por favor, de nada
sirvió esperarlas.
El dolor corroe el mañana que ya se hizo pasado quebrado
en tus manos ásperas de distancia.
Te extraño, y no sabés lo que duele ver el vacío que la bicicleta
dejó sobre el árbol; y por eso es que sobreviven las mentiras que dijiste
y tienen la desfachatez de regocijarse en mi incredulidad.
Le puse tules rosas y brillos dorados para cegar la indiferencia.
Intenté callar las palabras de lágrimas que jugaban
tendidas en el borde del ojo y en los labios apretados.
Sentí el silencio a descompás de la realidad y tuve la
sensación de escuchar rogar al abrazo abortado: los presentimientos
de las interferencias que gritaban un por favor, de nada
sirvió esperarlas.
El dolor corroe el mañana que ya se hizo pasado quebrado
en tus manos ásperas de distancia.
Te extraño, y no sabés lo que duele ver el vacío que la bicicleta
dejó sobre el árbol; y por eso es que sobreviven las mentiras que dijiste
y tienen la desfachatez de regocijarse en mi incredulidad.
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