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¿Qué reproduce la abstinencia de luz y los despertares lentos de las jirafas impresas en el repasador de sueños acumulados sobre las cartas sin remitentes? Ni idea. Pero hace rato que los crujidos de algunas palabras se están haciendo cada vez más fuerte descontrolando los signos de puntuación e intercambiando adjetivos para un fin que ni siquiera puede predecirse.
Es esa solicitud de falsedad arropada en la ropa de invierno la que desprende ramas de árboles y las estampa contra el techo de chapa haciéndolas sonar de forma tal que se crean meteoritos. Nadie las va a sacar de las alturas, porque nadie tiene salamandra para asesinarlas en los huecos hierrosos impregnadas de alcohol.
Aunque el sol suba temperaturas los silencios prefieren ver el frío y las olas polares de sus pasos arrastrados; según se puede intuir, es porque la sensación térmica y la humedad se complotaron para que se escarchen en un sitio y no se pronuncie. Al parecer quieren evitar terremotos de sonidos desparejos.
Por otro lado, la desconexión de los astros y el revoloteo de los planetas, no fue suficiente para que se aborrezca las cosas que se quisieron proteger con tanta ansiedad y caprichos bañados de miedos suaves. Nada es parecido a la respiración de esas jirafas protectoras que suman sin cesar contracturas a sus cuellos, agotados de ahuyentar conclusiones y pensamientos hilarantes con palabras de libros atrapados en las telas de arañas de las calles frescas que huelen a sandía seca.
Y entonces se producen momentos en donde se mastica de forma leve asqueando instantes en que nada es nada y en donde los objetos giran y saltan por todos los espejos mirándose las formas que jamás vieron y reconociendo partes cambiadas y nada originales. No encuentran cómo describirse, las palabras que no crujen susurran y otras corren y juegan a las escondidas.
Todo se transforma en escarcha. Y el diálogo dispara frío.Y el silencio gana presentándose en su inmovilidad sin generar siquiera alguna certidumbre.
Pero...¿Quién duda eso?