en cierres y balances automáticos propios de fechas que obligan de manera falsa o no,
a reflexionar y a sacar mérito y chismes del placard de la oficina que no sabe si cerrar
o abrir de turno noche.
La gente se relaja, se altera, se agolpa, se grita, se sonríe, se escapa con pretextos, se cuidan el lugar
en una fila directa a la incertidumbre de cuántas palabras van a descargar sobre los papeles o
los empleados, ambos objetos de sus ansiedades y preocupaciones.
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