Las nubes, pobrecitas, recibieron las puñaladas
de las palabras remojadas quince minutos en dolor, y luego,otros quince minutos
envueltas en
sàbanas gastadas, para que se le impregnen mejor las quejas.
Se hablaba para superar inutilidades de pruebas
sobre las diferencias que titilaban mudas y de cocheras
que gritan cada cuatro minutos. O cinco. O a cada auto.
Ninguno de nadie.
Medidas de silencios.
Un corazoncillo gris.
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