lunes, 5 de diciembre de 2016

Domingo con el color de los Tilos.

Hay pedazos de diarios que estàn hablando de forma tibia,
mientras los rollitos de la càmara se velan e impactan con la luz del dìa.
El paisaje no sale, y resulta heroico còmo las palabras se ofrecen, contestando
con muerte, 
sin moverse, 
esperando tranquilas para abrir dolores en los ojos exiliados de la biblioteca.

Punto y aparte: estàn sonando las voces en forma de coro bàsico,
 queriendo seducir a los charangos que no estàn en su contexto. 
Se nota la incomodidad en sus cuerdas.
Es, incluso gracioso, como los dedos estàn pellizcando el antebrazo por distracciòn,
porque no hay lògica alguna de estar ahì. Observando sin distinguir.
Se recuerdan las salidas cotidianas: el kiosco de diarios y revistas, derivando en el almacèn de barrio que es màs barato aunque a la dueña siempre le duele algo. O despuès de salir del cajero del Banco Provincia, mirar por detràs de los marcos de anteojos en exposiciòn 
¿estarà Paulita para que vaya a casa a escuchar mùsica,a hablar de narrativas simples que las complejizamos, a darnos el gusto de las pringles con mostaza y que me diga que siempre busco el lado pesimista de todo?
 No hago foco. Pero por las dudas levanto la mano en gesto de saludo.
Sigo y la plaza con su vereda nueva pero toda rota por las raìces de los àrboles quiere hacerme tropezar,
no salgo invicta, pero no sorprende el desenlace. A nadie.

Aprendì a comunicarme con la Luna mientras la calle cortada seducìa con puestos de libros; a detallar muchas cosas sobre los otros, otrxs, otres, o sobre mi. Cuestiones lindas, armoniosas,
que la velocidad de la mente, 
aunque siempre intentaba trabar las oraciones y romper la coherencia de lo que decìa, se evaporò en la sordera; pero para quedar bien fingì sonrisas asintiendo a cosas que seguro estaban bien.
Confianza, creo que es eso.
O boludismo de que todo lo que decìa, dirìa, era increìble. Todo cierto.
la estupidez de relegarse a un otro.
la linda bobada.
sì, sì....què se yo... dame un beso.

La ansiedad se fue a descansar. No hubo resaca de dolor.El tachero, baja la ventanilla y paseamos en el taxi por todo nueve, sintiendo el aire re tibio (pensè en tès, què lindo un tecito con alguien). Hablamos del tiempo, tìpico: si llueve, que refresca, que què linda noche.... Sì. Esas charlas que se piensan que son copadas para socializar. 
Se cortò ese mambo.

Por suerte tenìa agendita nueva, si bien no eran cuadriculadas las hojas la llevè.

Tuve todas esas hojas para escribir con frases que memoricè. “Por favor señor taxista, frene, necesito anotar unas ideas antes que se vayan o pierdan la forma original, ademàs de una fotografìa del territorio por donde pasè con miedo a que me roben” Y pensè, bah, què se podrìan haber llevado.
Anotè meticulosa mientras el taxista me decìa que se llamaba Raùl o Saùl, o que ninguno de esos nombres tuviera,
porque cuando reaccionè me estaba relatando de las fotos de sus suegros que tenìan en un baùl.
Aunque, en un momento le preguntè què pensaba o què era el amor para èl, ya que trabajaba de noche,
què le decìa su compañera, còmo se sentìa.....
Y creo que de a poco reaccionè de la voladura espacial a base de una alucinación, y el tachero estaba preguntándome por què le preguntaba esas cosas.

Le dije que necesitaba saber si alguien creìa en el amor.
Y largamos risitas.
Como compartiendo una complicidad en horarios que sòlo amantes que se ocultan prefieren
lamer.



Y entonces supongo que no se llamaba Raùl, ni Saùl, ni tampoco
mencionò a un baùl.
El dijo “aùn” como en ecos.
Èl me decìa aùn, entre suspiros.

Creo.

Le dejè propina. Que quiso devolver. Entonces le expliquè que el valor de la plata que le dejaba no tenìa comparaciòn con todo lo que me divertì.
Fue la continuidad de un viaje que naciò baldeando pisos lavandinosos, descartando ropas, bailando en la calle, tocando timbres. Usurpando camas.

Me quedo con el aùn de Raùl o Saùl.

Con el imaginario de un tè.

1 comentario: