jueves, 5 de enero de 2017

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Se daba la cabeza una y otra vez  por no querer creer todo lo que escuchaba. O por sì, creerlo. Creer lo que le habìan dicho fue aplastar la imagen que ya se habìa caìdo de ese amor idealizado.

Hace cosas lindas, pero èl ya no es lindo.

 Es malo. Egocèntrico. No sale. Malo porque no es bueno, y si sale es porque da vueltas, nada en particular aprecia; no sabe apreciar salvo lo que èl decida hacer.
Si èl decide piensa, si decide què hacer es emprendedor. Pero esa iniciativa es sòlo porque es un  emprendedor del propio ego a costa de herir a los demàs.

Por eso habrà hablado asì de vos, le dijeron.

Se convenciò fàcil. Fàcil como la tuvo y la desechò; pero ¿quièn se creìa que era para decir las cosas que dijo a un tercero que le contò a un otro y este a la novia  y esta a una amiga y esta a un primo y el primo al amigo y el amigo a un compañero de taller y este ùltimo le conto a ella? Quièn se pensò para dar detalles y despreciarla asì.

No sòlo los pueblos son chicos. Al no creer en algùn dios tampoco pensarà en infiernos grandes.  Sòlo se le viene a la cabeza ubicarte en  la imagen de un Dorè en la Divina Comedia.


La soluciòn la encontrò en el mismo lugar y con la forma de siempre: fuego.

Porque la de romperte la cara ........ No valès tanto.

Se calma, se ducha, sale a caminar, vomita un poco del dolor y comienza la nueva fogata.

La ayudo con el alcohol de quemar. Fui còmplice al escuchar todo.
Jamàs confesar que tambièn te besè.

Y unì las cosas en comùn al ritual.

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