lunes, 23 de enero de 2017

.......

son colores
son flores
son cosas simples
collares de perlitas plàsticas
decorando el cuello de una nena
que se corre el pelo de la cara
mientras gesticula haciéndose la pitucona.

el sol se mete en una
 piedra transparente y sale
con brillo cegador. la señora
que la guarda en su cartera comenta
que el vestido de Vilma le queda pintado a Liliana,
porque tienen el mismo cuerpo aunque no la edad.

y que Julio no sabìa que ya era Lunes y que
tenìa que volver a trabajar la otra semana.

que los chicos preferìan quedarse
en el departamento y no bajar hasta la playa.
culpa de la crianza de los padres, se dicen entre ellas.
dueñas de verdades varias. la impunidad de la edad, pienso fugaz.
tiran yerba y me ensucian los pies.
no piden disculpas.
se rìen.
no me hace gracia.

sigo absorta en el libro mientras la sombra
protege del Sol.
No me gusta el mar, meterme en el mar,
me da terror chocar con otros cuerpos,
tragar el agua
los cuerpos que dejaron de respirar ahì.
que se aparezca un tiburòn, un cadáver,
algùn objeto indeseado.

es inevitable absorber el olor a oceàno y coleccionar sin
proponèrselo esos restos de  caracoles medios violàceos y en degradè .
(por suerte una ya no es vìctima a que te regalen un reloj
de caracoles formando la figura de un ratòn)

los vendedores de churros pasan cada quince minutos,
creo que todos son del mismo patròn.
el de los pirulines y el de los avioncitos de telgopor
no necesitan marketing. se venden solos.

una señora vende  remeras que trajo del Once y quiere
dar conversación.

hace mucho calor, la gente grande critica, los medianos
se tiran sobre la arena y los chiquitos gritan y lloran ante
cada formación de olas.

detesto el mar.
detesto la gente.
los espacios abiertos.
los que te  charlan porque sì.
los que te dan un pelotazo por error
y esa gente que pasa, te miran y algo murmuran...

sì amo la sombrita,  enterrar los pies en la
arena hùmeda, garabatear sobre la arena, jugar
a hacer volcanes, meter la mano en un hueco donde
el agua va filtràndose para imaginar una inundaciòn.y
de sacar la conclusiòn que si existiese en ese lugar un hormiguero, ellas sabrìan
còmo reaccionar ante las aguas.
amo el olor  a la madera mojada que llega desde muy lejos de donde termina el mar,
 al de los  yuyos de las dunas, el olor a aire salado,
y amo el vientito caluroso que hace picar los ojos.
Pero màs que nada amo estar sentada sobre la manta con mi canasta de mimbre
repleta de comidas y jugos frutales.llenarme de  los sabores y de los colores.
amo estar lejos capturando a travès de la càmara.
amo leer asì....
asì amo la playa mientras se que los demàs me critican por el aislamiento.

Divago contenta en la narrativa
hasta que los rayos del sol,
que pasan por
  las perlitas transparentes
que una nena llevaba pitucona adornando su cuello,
hacen nacer colores que pican y
me devuelven a la realidad.

ya no hay tanto verde,
porque tengo de guardaespaldas
el ruido de las màquinas
construyendo edificios.
màs edificios.

y ahì, puede ser que ame un poco al mar,
porque me da pena
que todos sòlo quieran sus aguas en un perìodo corto
pero no quieran protegerlas.

entonces hago un cartel, una pancarta, uniendo
las hojas A4, y las pego en palitos.
me cerco con palabras  que protestan a la indiferencia.

pero los veraneantes sòlo se preocupan por
tener un buen protector solar.

quiero tratar de no pensar
en las consecuencias de tanta
pasividad ante la invasiòn del concreto.

y eso sì que es triste.


pobrecito el mar.







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