De verdad que ella soñò con dar todas las respuestas a todas esas preguntas que ni siquiera estàs interesado en realizar; pero ya no llorò cuando el universo le entregó un pasaporte a su obsesión. Y ahì, se dio cuenta que no estaba bueno estar sola, y que lo querìa compartir con vos. Y entonces sì llorò, cuando se acordò que vos no querìas compartir nada con ella. Que era màs largo el tiempo de las ausencias que de las presencias. Todo, a partir de ese momento, son supuestos. Volver a pensar por un otro.
Pensar en un otro.
El libro, en cada relectura, es una puñalada al sentimiento màs profundo y tierno que tenìa de èl. Y por eso, antes de dormir, lo abraza y lo mira. Repasa de memoria todos los gestos.
Hasta el momento en que los cuentos fueron para ella.
Las vueltas de èl por el espacio; idas de un lado al otro.
Los pies descalzos con olor a asfalto veraniego y los abrazos hùmedos de
agua rancia.
La pelìcula que habla del marxismo.
Y los besos que llegaron y la pelìcula que no se terminò de mirar.
propia del querer se fue la cabeza.
por fin. al fin. hasta el propio fin.
Con el sol del mediodìa llegò el abrazo de despedida.
Ella abriò los ojos para recordar el lugar y mirò la enorme estructura que salìa del edificio en
construcción.
Una construcción. Un abrazo y despedida en construcciòn.
Estanco.
La vista que siempre quiso tener, porque es el sinònimo de una retòrica.
De todas formas, y a pesar de que sabìa que sòlo ella era la que quería y extrañaba no verlo y reanimar esos momentos de chistes fàciles o comentarios para competir saberes,
conectò los auriculares e imaginò que la retòrica era una canciòn, esa canciòn que cierta vez conectaba con otra canciòn que cierta vez habìan nombrado. Y quizàs entre esas oraciones, viajaban sentimientos escondidos muy pronto para ser nombrados. Porque despuès habìa que hacerse cargo.
Los lados B de todo.
Fuera del tiempo real.
Formato vencido.
Y la lucha por su reanimación.
retòrica.
pura
retòrica y olvido.
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