jueves, 14 de noviembre de 2019

Con bordes casi negros y una sucesión de espasmos lumínicos que recordaban una secuencia a través de un fenaquistoscopio.
 Dancemos y que toda la corporeidad confíe 
en el concepto más romántico del alma, 
de las profecías, 
de las voces que escuchábamos algunas veces cuando nos encontrábamos haciéndonos promesas que chorreaban esperanzas. 
Dancemos tanto hasta fundirnos. 
Hasta generar nuestras propias tormentas y lograr vivir en un adiós constante con nuestras manos anudadas. 
Seamos un estado plasmático de logros desmedidos en cicatrices.

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