Con
bordes casi negros y una sucesión de espasmos lumínicos que
recordaban una secuencia a través de un fenaquistoscopio.
Dancemos
y que toda la corporeidad confíe
en el concepto más romántico del
alma,
de las profecías,
de las voces que escuchábamos algunas veces
cuando nos encontrábamos haciéndonos promesas que chorreaban
esperanzas.
Dancemos tanto hasta fundirnos.
Hasta generar nuestras
propias tormentas y lograr vivir en un adiós constante con nuestras
manos anudadas.
Seamos un estado plasmático de logros desmedidos en
cicatrices.
No hay comentarios:
Publicar un comentario