de las hojas que se pegan en los cachetes
y se deslizan hacia la boca, refresca junto al viento,
a las palabras y todas las sonrisas al
imaginar respuestas en acciones que voy
a proponerte.
Si cada vez qué, de qué, ni qué subjetividades,
aparece el deseo.
Y mientras te pienso, y a la vez trato de pisar las baldosas naranjitas, y a su vez pensar que cómo tocará tu abrazo y cómo se te olerán las palabras en futuro perfecto, alguien vocifera mirandome fijo: ¿cuántas muertes conocen por fumar laurel de adorno?
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