Con tanta libertad, los vuelos orgiásticos del pensamiento
se transforman en acciones sudorosas transmitidas en mensajes
mudos. Y en esa espera que cruza dedos para que nadie aparezca
el cuerpo tiene tiempo para estremecerse gimiendo libros
y volviendo el encuentro estrellado algo infantil y quebradizo.
Y aunque pasan las veces que no son nada, el olor a humedad
y las palabras bajitas siguen bailando y estallando en el colchón.
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