En la corrida ansiosa de despertarte sin querer
administrar las manos, tropezaste con mis piernas
y volaste hasta el arco iris metálico de fechas escritas
en el espacio del segundero del despertador.
Amaste rápido el libro y huiste sin ganas por
los párrafos marcados.
Volvé. Un segundo nada más.
Pedaleá.
Y caete.
No hay comentarios:
Publicar un comentario