Reflejaba el sin tiempo corazón la espera adornada de caminos
cruzados por palabras aladas que se volaban al primer suspiro; y no
pestañeaba por su cansancio guerrero de querer cubrir a las excusas que
se exponían tan evidente ante el laberinto de favores.
Sin gestos,
sin razones, sin nada más que una nulidad mental, decidió sin saberlo
callar el llanto que tanto le molestaba para mover los brazos y
extenderlos hasta el cuello del árbol que estaba recostado en el sofá
con el café ya frío.
Hubo movimientos sin destrezas porque el
miedo rondaba convertido en distancia tan contento porque no se unan,
festejando la separación, sin darse por enterado que igual seguirían
queriéndose sin poder decirlo.El miedo amarró la verdad y no dejó que el
amor nade en las hojas librescas.
Pero ella, ojitos de corazón,amanta del amoricidio igual olía la
madera del ser inerte, lo poseía descascarándolo con los pies, sacándole
la humedad, expropiándolo para su patio desprolijo. Lo escupió, lo
besó, le lloró, incluso le rogó que le despojara los besos golosinas que
eran suyos.
Afuera, en el exterior de ese otro mundo de cosas que se
deseaban, el clima se alborotaba, la lluvia nacía, el sol no aparecía
porque aún estaba con resaca, la Luna nada quería saber y el cielo que
prefirió fusionarse con la gran sombra del Universo.
Entonces estaban ellos, en el sofá, encerrados en la tentación aterradora de fracasar en la despedida ¿la hubo en verdad?.
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