lunes, 5 de agosto de 2013

Nubarrón

(Pintura de María José Daffunchio)
Varios masajes mentales y varios mensajes a través de los aleteos neuronales; arropando la lástima, sacudiéndole la humedad y silenciando a las paredes hartas de reproducir miradas innecesarias para el olvido.
Ayer pasó la angustia con una sonrisa impuesta en la cara y la verdad es que, a pesar de su falsedad, le quedaba bien.¿A quién le importa la pose de la rutina? ¿Quién juzga los atributos de las voces que hablan  y que nadie más escucha? ¿Qué pasará cuando sin querer alguien le haga caso a sus amigos imaginarios y nos encontremos varados en algún punto en común con las cuchillas en las manos?
Vayamos a nadar lejos de la sensación de morir a cada segundo y a cada transpiración inesperada; lejos de las descomposturas sociales; lejos del miedo de los demás que se hace propio; muy, pero muy lejos, de los pedacitos de infancia que siguen clavados como astillas en cada nuevo comienzo. ¿Pero cerca de qué?
Pedaleando las ideas esclavistas por las secuencias de amores repentinos y no lo suficientemente fugaces, la cadena ligera se suelta y el suelo se estampa contra las rodillas que no digieren el proceso de avanzar a pesar de todo. Un blíster, dos blíster, un cuarto de y otro cuarto para y un poco de lo otro para dormir.
(Quién comprende la contradicción de la dependencia para ser normal o estar a la altura cerebral de los demás.)
Porque según los que saben hay que evadirse de esas narraciones que vienen desde el aire hacia uno para hacer una compañía cósmica; Sí! Cósmica! Es brillante la galaxia de pensamientos cuando el encierro se vuelve habitual y todo es ....es....es...


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