Le
puso cinta adhesiva al timbre y se fue corriendo hasta que tropezó y
se dio las emociones contra un árbol que estaba haciendo la fila de
retiros en el puesto de panchos.
Jadeó,
agarrándose la parte media del pecho, sonriendo y pestañeando
pausado. Al corazòn no lo sentìa, porque hace rato que lo lleva en
el lugar de los riñones, es asì como lo siente màs còmodo cuando
se tumba de panza en el pasto.
Empezò
a caminar y comprò en el supermercado: una bolsa de aire melòn; un
agite poco convencional (que te va a convidar porque es re
adrenalinico); medio kilo de recuerdos bastantes confusos y un
tarrito de tinta china sabor helado crema del cielo.
De
repente pensò en disimular y volver a pasar por la puerta de tu
casa, para mirar què pasaba con la cinta. Pero se acordò que los
criminales vuelven a la escena del crimen para satisfacerse de su
obra y eso era lo que los delataba; entonces, volviò al supermercado
para comprar tres cuarto de paciencia.
Despuès de hacer un combo y
relinchar tipo caballito que se despierta de la siesta porque le tocò
lavar la ropa de toda la caballeriza -ademàs de cocinar-, recapacitò
que la verdad no daba. A ella no le sumaba en nada verte. No era para
tanto. Porque despuès de bolsear el aire melòn, empezò a imaginar
el gesto que tendrìas al darte cuenta de la acciòn, de lo que habìa
pasado.
Supuso
que harìas un par de gestos con ademanes tìmidos, exagerados, el
pelito sin definiciòn de peinado y el tic controlado. Despuès
imaginò lo que dirìas, y se enojò con ella misma. Seguro que
pensarìas que era una broma de los guachines del barrio o algo de
eso. Algo positivo. Algo como ternural y que despuès de todo no te
molestarìa en absoluto y ella se habìa tomado la tarde de trabajo
sòlo para hacerte una maldad.
Tenìa
que reflexionar y hacer otra cosa para molestarte. No querìa volver
a soñar con otro fracaso.
Despuès
me enterè que el àrbol, aunque ella no lo dijo ni lo querìa
difundir, bueno, el àrbol le propuso tirarse sobre el techo de tu
casa. Pero eso era para suicidarse. Y ella no querìa que el àrbol
se suicidara; no porque estuviera en contra del suicidio o de una
especie de eutanasia colectiva (porque implicaba podarlo un toque
antes); se encontrò en una encrucijada o eso que le dicen karma o
cualquier cosa para no justificar que cuando una quiere ser jodida es
jodida y punto. Listo. Bueno. La cuestiòn es que era buena esa
propuesta: romperte la casa y dejarte un beso con labial fucsia en
las paredes de la cocina, asì combinaba un poco con los cubiertos. Y para que te dieras cuenta que habìa un poco de amor en esos besos, que fueron pensados; que el rechazo es triste pero necesario manifestarlo un poco dulce.
Y
ademàs todos se sorprenderìan ¿un arbol acà?
Pero
no, le dijo que no al àrbol, que no lo iba a ayudar, porque habìa
donado un extra a greenpeace para que se continúe la campaña para
proteger los bosques nativos. Pero bueno, la vida es eso tambièn,
paradojas y contradicciones de las que no podemos escapar.
Entonces.
Despuès de todo.
De
la espera
De la
realidad que no gustàs de ella.
De los
diàlogos imaginarios.
De los
secretos que no pudo decirte.
De las
fotos que no te va a poder mostrar
De las
anècdotas que no te va a poder contar,
ni
mostrarte un poco de ese pasado que tuvieron en comùn....
Y
cuando reflexionò todo eso,
de
un no abandono pero sì rechazo colateral, le estallò un vaso
sanguìneo y el corazòn se le fue a la cabeza de toque. Le
chorrearon palabras desde los poros y unas citas de escritores desde
los oìdos. Esas citas estaban vestidas con botas para la lluvia. Asì que imaginate. El cerebro llenos de guiones teatrales.
Y ahì.
Con toda esa escena. Me fui.
Pero escuchè algo.
Ella , ella,dijo que sì.
Asì
que espero que te vayas de vacaciones.
Porque
un àrbol te va a romper la casa. Y no quiero que estès ahì.
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