el libro releído fue portador de doble entusiasmo,
el primero que saltò intrèpido al cuello fue el olor a tiempo infantil
y el segundo una sensación rara por el papel guardado en èl.
era una cartita simple, con deseos que todo vaya bien en un nuevo año,
con un te quiero muchìsimo que jamàs fue real.
lo del olor al tiempo siempre se contiene a sì mismo y lo
lleva y trae a su antojo. eso lo hace màgico y que siempre lo quiera abrazar.
se puede discernir entre los diferentes
objetos y momentos que son dignos de marcarlo.
lo importante es apropiarlo y saberlo compartir.
lo de la cartita fue còmico, inentendible la acciòn de guardarla
porque en su momento fue dolorosa, algo parecido a una declaraciòn cìnica;
ahora podrìa sonar a escritura amorosa a destiempo,
no se corresponde una devoluciòn igual.
ni en su momento al encontrarla, ni ahora.
el libro desde siempre
es el ùnico portador de amor
de palabras deliciosas
donde mis ojos las queman vivas
de mirarlas tanto.
el papel, obsoleto y con cierta falsedad encubierta,
fue directo al agua.
fue un acto para palpar la desintegración de las mentiras,
de las heridas, y de todas las
manipulaciones verbales por no querer reconocer otros amores con los
que se ocupaba un tiempo determinado y en donde los oìdos sòlo eran
oyentes de excusas. todos esos dìas
que inundaban de llanto, temor y un desquererse a sì misma
tuvieron que comenzar a irse ...
y ayer, cuyo nùmero fue la sangre, fue el elegido.
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