lunes, 17 de julio de 2017

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A veces tengo la leve sensación que me toman por desgraciada. La palabra estúpida suena muy fuerte hoy. Como si, como si, como si que, como si que. A nadie le gusta salir. A casi todos y todas les gusta festejar los cumpleaños. Creo que me estoy juntando con las personas equivocadas. Son adecuadas. Pero no comparto casi nada. Màs que un chiste fácil, algo pop, algo mediàticamente hablable.
Siempre tengo esas sensaciones. Pero en estos dìas màs. Y creo que del otro lado es igual. Todavìa me reprocho el aceptar invitaciones sabiendo que la voy a pasar mal. Ni siquiera se escucha punk.
Demasiada rebeliòn verbal pero poca en acciòn real. Me hastío.
Ayer, cuando escribiste para salir, terminè vomitando en el pasillo de la casa. Me asqueas. Me dan asco cuando las palabras vienen retrasadas. Discursos invàlidos. No pueden unirse a ningún sentimiento. Inviable total que te vuelva a querer, aunque creo que jamàs lo hice.Incluso me olvidè tu nombre de pila. Y no te pido disculpas. Olvido total.
Me calzo las zapas màs viejas, me pongo poco abrigo y viajo. No necesito nada ni nadie. Me interno en librerìas. Doy con un librero que me muestra y deja ver libros de artistas de los que conversamos largo y tendido. Pienso que seguro està fumado. Cuando llegamos a cierta confianza me dice que tengo aliento a birra. Le dije que sì. Que me habìa convidado el linyera de la plaza y me habìa resultado imposible negarme.Te lo dejo a 1200 me dijo de la nada, sosteniendo mi amado chino insurrecto, y le contesto que en agosto volvìa. Sonriò. Sonreì. Salì contenta. Como si ya fuera mio. Hasta el siete tengo tiempo.
Un poco màs tarde:
dejo los rollitos para revelar. En la calle te cruzo. Y por suerte te soy invisible. Como antes. Respiro algo que me hace estornudar. Y largo un estornudo tras otro. Charlo con el de la florerìa para poder mirarte un ratito màs. Casi te digo que el cajero ese no tenìa plata. Ninguno. Trato de saber què le constestàs a la señora que pide a la salida del Banco. La ignoràs. No se si tendrìa que sorprenderme o naturalizar tu carácter osco. Seguro tenès alguna teorìa para no hablarle. Pero no importa. Yo le dejè cien pesos y comida calentita del chino. Me devolviò la plata y se quedò con la comida. La gente me miraba mal. Y en esas miradas seguro estarìa la tuya de no conocerme. Aunque en verdad, no me conocès nada.

Hay viento frìo y ando cargada con libros. Tres nuevos. Uno porno, otro sensual y otro infantil. Suena el celular. Sos vos. Anunciando disponibilidad. No te ignoro. Tampoco te respondo. Empiezo a sentir arcadas.
La mochila carga tres càmaras. Por suerte ninguna te conociò.
Vuelvo a mirar la cortina metàlica baja. Hoy no se abre. No hay aviso alguno. Cruzo y la luz apagada, con ese color lechoso, me da angustia. Necesitarìa que estès acà para abrazarme. Me siento como si estuviera en la sala de espera de terapia intensiva de un hospital. Incluso, creo sentir el olor a residuos patològicos. Creo que asì huelen nuestras discusiones.
Cruzo. Le pregunto al kiosquero por què estaba cerrado. No sabìa. Uno al pasar me comentò que cambiaron el horario pero que el delivery funcionaba. Creo que me guiñò el ojo o sonriò o hubo alguna complicidad que creì leer. Me dijo que mìnimo cuatro kilos tenìa que pedir; y sì o sì la vainilla en gramos.  Tuve ganas de contarte el acontecimiento. En verdad, pensè en usarte el telèfono y ante cualquier eventualidad quedaba registrado tu nùmero. Me sentì mala. O que estaba causando un mal. Despuès, entre el desquicio de las nuevas pistas, sentì que exagerè. Un poco de escarmiento necesitàs.

Pero la verdad no te extraño nada. Y eso conlleva a que piense y deduzca que vos no extrañàs mis cosas.secuencias. Y por eso, no aportaste nada nuevo. Alguna que otra lectura. Pero en cuanto a las invasiones de luces, creo que no. ¿Què sentido tendrìa visitarte si mis temas de charlas no te gustan? No miràs pelis, no leès tanto, cuando salìs sos indescifrable. No entiendo la ceguera que tuve. ¿Còmo te hablè sino me charlabas?
De todas formas, el otro dìa soñè cuatro veces la secuencia de la hoja que se sulfataba. Se incendiaba.
Y vos pasabas caminando.
Ido. Tomè los sueños como reales.
Hoy, a unas pocas cuadras mentales de tocarte el timbre, un perro no dejaba de ladrar, un policìa  se empachaba pidiendo coimas, el loco que se queda en la puerta de la escuela no dejaba de gritar, la gente que esperaba el micro se quejaba de las demoras, del frìo, del viento, de los polìticos, de la cantidad de chicos sueltos que andan en las calles. En sì, un sin fin de tonterìas. Pero quedè varada, mirando el incendio caribeño real.
Me quedè, de nuevo, un poco atònita, a la espera que los pedazos fundidos que caìan  derretidos a la vereda sean para mi. Uno tenìa forma de corazòn. Lo tomè entre mis manos y me sentì pitonisa.
Sonreì con las predicciones. Y me fui.


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