jueves, 24 de agosto de 2017

Necesito de nuevo la guitarra para gritar que quiero ser Carlos Monzòn, el asesino popular y que cantemos juntos, golpeando cualquier objeto que ayude a  simular un compàs:
"suben bajan, chocan palabras, se desarman (desangran) en fragmentos sin poesìa, mi cabeza nunca fìa".
Despuès un poco de Sonajeros y de los abrazos impactos. Pero recitados. Sin mùsica. Tratè de reencontrarme con pedazos de mi cuerpo en los lugares por donde anduve divagando años atràs entre libros, cervezas, caìdas y trenes sin pagar.
Pero todavìa, prefiero la poesìa.

Sobre terrenos de asfalto los semáforos mandan y deciden cuàndo podemos y debemos cruzar. Los diálogos son insostenibles. Los nuestros no sirven màs. Ya no estàn. La melodìa, admito, un poco molesta. Pero ahora que volvì a probar ese elixir maravilloso, (y como todo pero que antecede a una excusa) voy a admitir, que la necesito.
Ahora, casi estoy empalagada de esa  musiquita con todas las minas huesudas y las distintas visiones: la del hombre y  la del perro. Como si fueran dos cosas diferentes. Como sino supieran que ante ellos està la muerte misma ofreciéndose. Y la gente baila, canta, palmea, comentan, corean sonriendo en complicidad con sus pensamientos que vuelan. Y se los leo. Pero vomito en impases  y abro  el alma fracturada que de a momentos vuelve a dormirse.Se olvidò de vos y de toda tu maldad discursiva  patriarcal. Decidiò dedicarse  a nadar sòlo en verdades;  y en algunos sueños, a  guardar papeles de colores en frasquitos transparentes. Donde anotò ideas pasajeras y besos que estaban sueltos,  perdidos y atorados, en el humo del lugar.

Todo vuelve a ser especial. Te veo de lejos. Vas al pogo. Soy invisible para tu esencia. Como antes.

Un logro de la poesìa.




No hay comentarios:

Publicar un comentario