jueves, 7 de septiembre de 2017

meriendo matecocido. tres litros con yerba. quince saquitos. sin azùcar. mientras miro la pared que tiene humedad y tu nombre mal escrito. casi como esta hoja N9 del cuadernito naranja. etc.

Y entonces miro hacia la altura que dan los ojos. Hice el ejercicio ese. Transpirè. Vi gente y no querìa.
Doy la vuelta manzana para no pasar por el negocio donde hay conocidos sentados. No quiero hablarles. No es nada personal. No quiero hablar. No puedo. No me sale. No lo creo necesario.
Estoy màs còmoda mirando el piso. A veces es bastante difìcil mantener esta conducta. Entonces como tàctica no uso los anteojos. Pero la miopía avanzò mucho y no quiero operarme pero tampoco usar los lentes. "Te vas a quedar ciega" o "Què bien que miran los anteojos en la mochila" dice mamà enojada en chiste. Le digo que no.Nada de eso pasa. Sòlo caigo. Pero eso es màs por la sordera que por la miopìa.
 "Tengo los sentidos bàsicos fracturados, hasta eso" le dije a TO.
En una pelea le dije a mamà que era su culpa por fumar tabaco en el embarazo.
Otra vez le dije a mamà que era su culpa por fumar tabaco en el embarazo.
Y en la ùltima cuasi pelea (porque me recomendaron operar el ojo derecho y me neguè) le dije que era su culpa por fumar tabaco en el embarazo.
Y por gritona.

_¿Te das cuenta que siempre le decìs lo mismo?-me dice To.
_Creo que jamàs se lo dije- le repliquè al instante- todas esas veces fueron soñadas. Y los sueños son reales.

Cuando voy con TO uso los lentes porque quiero ver cada detalle y gesto que hace mientras le hablo. Casi no tiene muecas ni arrugas en la frente. A veces pienso que tiene botox.

El dìa que conocì a SD  tenìa los lentes. A pesar de ser un reci punk. Mala decisión. Pienso que no ver, a veces, es una ventaja. Ademàs la sequedad ocular hace que me piquen de forma constante. Y no uso las gotitas. Entonces parece que tengo un tic o toc o lo que sea que se llame.

Y me acordè  un poquito de la infancia.

Cuando iba a patìn sentìa que todo era posible. La velocidad programada en un  patio de club. Dar vueltas por puro instinto. Soñaba que era esas mujeres dibujadas con antorchas dirigiéndose hacia la puerta de algùn castillo. A romper todo. En el impulso que tenìa gracias a las piernas y a la remada invisible de los brazos lograba un gesto de prepotencia en la cara. Y me sentìa poderosa, haciendo la palomita y el ángel. Asì tambièn caìa. Y lloraba.
La profesora me abrazaba y me acariciaba las rodillas y decìa : sana, sana, colita de rana, sino sana hoy, sanarà mañana. En la siguiente clase le gritè mentirosa con làgrimas. Fue una primera decepción. Agarrè los patines y subì  a la aurorita y huì. No fui muy lejos, la bajadita de la puerta pareciò no estar en mi visión y rodè.
Ese verano llegaron los anteojos, un paletòn menos, y el flequillo en manos de mi vecina. Ademàs, un sueño pesado y cada vez màs presente. Vinieron las ojeras y la preocupaciòn de la familia. Papà ya no venìa a casa y mamà lloraba todo el dìa en la cama. Mi abuela me llevò al mèdico: volvimos con una bolsita con remedios varios y el diagnòstico de neutropenia. Segùn mamà, era lo que le faltaba. Y me alegrè de darle algo que le hiciera falta.
Estuve en hospitales y casi 48 dìas en casa. No fui al jardìn hasta junio. Despuès, una noche, transpirè mucho y no podìa respirar. Un mes de reposo y un tratamiento con unos cañitos que extraìan los mocos. Debido a la baja de defensas que habìa tenido, no funcionaba bien el sistema de expulsiòn de la mucosa. La que iba a ser mi señortita de jardìn vino a casa con tarea. No querìa saber nada. Ya leìa y sabìa escribir. Entonces me dejò el abecedario. Descubrì la fascinación.
Una vez sana, por decirlo de alguna manera, estando en la salita del jardìn me puse a llorar cuando rompieron mi librito "Bananita, el monito trapecista"  Nadie vino a retirarme, asì que Lita, la portera, me llevò a la cocina. Desde ese dìa siempre lloraba para estar con Lita y alejada del grupo de compañeritos.
Un dìa Lita me regalò unas medias tres cuarto blancas y una pollera celeste,como Alicia, me dijo. Estaba chocha. Ademàs me daba marrocs a escondidas de todos si le leìa. Era feliz. Hasta que un dìa amanecì desganada y llorando: anemia. Reposo por quince dìas. Hierro en pastillones naranjas que se diluìan en agua y tenìa que tomar, al menos, un litro por dìa.  Recuerdo que hacìa efervescencia.  Lita me regalò un librito "Pity, el gorriòn". Cuando vuelvo al jardìn en septiembre, aparecieron unas ronchitas en la cabeza que picaban mucho. Decìan que eran piojos, pero terminè con sarpullido hasta en el paladar y lengua. Era varicela.
En primer grado estaba contentìsima con la seño Andrea. Podìa deambular en el salòn con mis libros porque ella lo veìa positivo y me evaluaba por eso.Por leer. Le leìa unas cartas de Walter Benjamin que ella me habìa traìdo, me gustò tanto que el libro fue mio. Y cada vez que lo releo me acuerdo de ella. .Siempre dijo muchas cosas con las lecturas.  Pero un dìa Andrea se fue. Ahora supongo que la fueron.Y yo enfermè. Comenzaron las excursiones a psicòlogos. Blanquita era la que me atendiò y dijo a mi familia que tenìa una angustia casi devenida en depresiòn. Extrañaba a la seño que me entendìa. Eso me habilitaba que podìa faltar. Nadie querìa juntarse conmigo. Ni los compañeritos ni los adultos.
Segundo grado: cuestionè que el desierto estaba poblado -como me habìa explicado la seño Andrea- y terminè en la direcciòn con Elba, la directora, que era re mala. Mamà me pegò mucho. Estuve en casa de mis abuelos mucho tiempo, mamà venìa a veces con libritos y golosinas en bolsas de Yupa y en la escuela nadie me pedìa nada. Por suerte, un perro me mordiò la pierna y tuvieron que operarme. Estuve en reposo, comiendo pan casero con manteca y dulce de leche y mañas de mis abuelos.
En tercer grado me dolìa mucho la panza: la apèndice se habìa explotado. Un año despuès , casi al comienzo de cuarto grado, la herida supuraba un lìquido color tuco. Infecciòn. Dos meses en el Hospital de niños y siete meses de recuperaciòn. A partir de ahì vino el sobrepeso, entonces, que no quisiera salir y quedarme encerrada leyendo era "porque tenìa vergüenza del cuerpo". Yo pesaba 63 kilos en un metro 38 y mi mamà pesaba 42 en un metro 70.

Todo esto viene a cuenta porque estoy pensando en què decirle a TO porque me preguntò sobre lo que quisiera traer de mi niñez- Y creo que no dejè las mañas de chica y mi cuerpo tampoco abandonò defenderse del entorno. Como tampoco el entorno no se acerca a mi. Creo que crecì, pero sigo siendo infante. No tuve paperas pero cada vez que los Tilos despiertan viene la alergia y la nariz colorada.
No puedo contestar màs nada a TO.
Me acuerdo que tuve que ir a decirle a mi abuelo que el tìo se habìa muerto y que la abuela lloraba mucho y que por eso tenìa que irse del trabajo. No me animaba a decirle que se habìa suicidado. Ahorcado. Y con una tanza. Casi lo encuentran decapitado. Mi primer velorio. El tìo abuelo muerto, frìo, dejando a su viuda con hipotecas y deudas. Despuès se supo que era por una amante.
Mi tìaabuelapolìtica le dice a  mi abuela mientras yo merendaba y pintaba con unas acuarelas que la viuda me habìa traìdo: "vos disculpame Rosita, pero abrirìa el cajòn y lo patearìa hasta que se le desprenda la cabeza, que mucho no le faltaba" Mi tìa abuela jamàs fue al cementerio a la tumba. Una vez sola pasò, y la escupiò.
Y creo que asì siento a la adultez. Un cuerpo muerto que irìa a visitar sòlo para patearlo.Escupirlo. Y mostrarle que se puede seguir sin necesitarlo.

Aunque parece que no. Amo mi niñez. Aguante la infancia.

Y mi vieja.



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