tengo atrapadas palabras que engordaron de veranos,
un pasaje de micro vencido,
una tarjeta de presentaciòn que jamàs necesitè pero me regalaron
y un telèfono que tiene la baterìa agotada.
ademàs, en la agendita, me falta una hoja que dejè por debajo
de la puerta de tu casa,
borracha de un mensaje que era previsible.
y a veces la lloro.
gastè palabras, con lo que me cuesta encontrarlas y darlas.
en los dìas de depresiòn, ninguno de mis amigos y amigas, me
vinieron a visitar. sòlo reclamaron, cuando me vieron, que yo no
fui a sus casas; que estaba perdida, pero nunca me preguntaron por què
ni què me pasaba. demandan lo que no dan. pero no puedo
enfrentarme a nada, porque los quiero.
soy dadora de malos ejemplos, facilitando la amistad, un ida
que nadie piensa que debe devolver.
me sacaron a pasear, a recitales,
a pelìculas que me hicieron reflexionar. pero no se quiènes eran estas
personas.
no pude, ni puedo unir, la palabra amistad con esa gente,
¡pero què bien hicieron su oficio de amigueros!
en estos dìas que incluso comprè la soga para colgarme
invertì $8,754 en libros que ya habìa leido pero que necesitaba tenerlos.
hice una lista de cosas lindas y quedò la pàgina en blanco,
llorè en el trabajo porque la angustia me sobrepasaba,
volvì a cursar, retomè el aula, y me da pànico hacer grupo.
tuve que aniquilar discursos.
pero a nadie le importò.
mamà dice que me ve mal, le digo que ella està peor.
peleamos.
de todas formas sigo la rutina, porque tengo una reserva
de palabras que me dan otoños constantes.
con esa magia, resisto los dìas.
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