lunes, 15 de enero de 2018

Creo que es una manera sin sentido de viajar a travès de los tiempos.O de un tiempo. O de ningùn tiempo. Sòlo viajar. Un portal còsmico y de papel.
La salita llena de gritos y crayones desparramados. Algunos pelos enchastrados con caramelo masticable.
Miro de lejos. Me creo superior porque leo a Bloy mientras ellos aprenden las vocales. Y vuelvo a nadar en palabras. Huelo el matecocido sobre el escritorio y vuelvo a potenciar la imaginaciòn. Vuelvo asì. En pequeñeces.

¿Què leíste hoy? pregunta ida mamà. Es el momento del dìa que la escucho hablar.
Mamà que hace ejercicios porque dice estar gorda con sus 38 kilos; y grita por todo, y llora por nada  y dice que se quiere morir o vivir hasta los 32 "¿para què màs?"pregunta incisiva, mientras sostiene el cuchillo con mango de hueso de ciervo. Y yo abrazo a Banana, el mono trapecista. Abrazo a Chicharròn y los clàsicos de Perrault. Abrazo con fuerza al soldadito de plomo, y a un Tolstòi. Abrazo a Whitman, Woolf  y unas cumbres borrascosas. Abrazo mis edades palabreras. Resisto.
Hago equilibrio en la poesìa. En biografìas. En correspondencias. En las limosnas sentimentales de mis pasaportes lunares.
"¿Para què te habrè parido?" Y una cachetada. Y una mojada con agua frìa y la oscuridad del baño. "¿Quièn me mandò a tenerte? Me arruinè la vida, sos un ente" Y desde el rincòn  escucho el crujir de las hojas. Y desvanezco. Me arranquè dos dientes y me cortè el pelo. Le dije a mi señorita que no iba a bordar el trapo de piso para mamà.  Dejè de comer. Me vinieron a buscar y la abuela empezò a cuidarme.
Y recuerdo el cuerpo ahì, tocando las hojas de la higuera, comiendo ciruelas amarillas, mirando a mi abuelo dormir la siesta porque quiero saber por què ronca y chifla y por què èl y mamà se pueden sacar los dientes y volver a ponerlos en su lugar y yo tengo que esperar.

Un dìa la fàbrica cerrò y la Biblioteca fue desmantelada. Llorè. Gritè. Me enfermè. Ya nada tenìa sentido. Mis amigas jugaban en la pileta. Odio el gua. Y los estupideces del verano. Mis amigos juegan al fútbol y atajo, para despejar el frìo del invierno. La primavera me resulta triste sin tener nada para leer en el pasto que revive. Pero en el otoño, todo cambia, porque me encierro en el monte.
Ocho años y trepada a los àrboles; me veo ahì, sin querer bajar. Trepaba con soga y al bajar me esperaban los azotes de mamà. Y el castigo que disfrutaba: no poder jugar con nadie.
Empecè con las defensas bajas, seguì con algo autoinmune, varicela, apèndice, y la depresiòn de mamà trasladada a mi cabeza.

Nueve años. Psicòlogos. No hablo. Se perfora el oìdo izquierdo. Empiezo, sin importar el alrededor, a abrazar y besar àrboles. Nacen tres amigos imaginarios. Uno muere. Otra se va y el otro se esconde seguido. Engordo al lìmite de la obesidad.

Ahora sigue: la adolescencia y mis delirios de ser jugadora de béisbol. Soy experta en hacer out y en tener velocidad para robar bases. Dos bateadas de los compas y hago entrada.Soy zurda y despisto al equipo contrario, el de los grandes. Juego en el equipo de mis compañeros de escuela; en la colonia las chicas nadan o hacen galletitas. Pintan banderines. Y yo, ahì, corriendo desesperada a atrapar la bola en el aire y disfrutar la muerte simbòlica de algùn pibe hasta que un dìa me cayò la pelota en la boca y me partiò el labio inferior. Sangrè. Gritaron. Pero insistì en que cuenten el out.  Siempre era la codiciada,  primera en ser elegida. El director de la colonia, la directora de la escuela y los profes de las actividades del club pueblerino, no me niegan la participaciòn en los juegos varoniles. El psicòlogo de turno los obliga. "Se aprovecha" dijo uno una vez. Me sentì descubierta y volvì a trepar àrboles. El monte hachado y descascarado por alimentar salamandras.

Estoy lejos de mi monte, huraña, reacia, dibujando los planos de las casas y ciudades de mis novelas favoritas. El elemento en comùn es el suicidio ¿Què sentiste Emma al ver el veneno en el botiquìn del farmaceùtico? ¿Què tanto alivia el mar Alfonsina? ¿Què momento sobreviene la lucidez Virginia? ¿Què tanto el gas Silvia?¿Què tanta desdicha se rompe con insistir ante el fracaso de un intento Alejandra? ¿Y què tanto un disparo al corazòn en una catedral Antonieta? Y no me olvido de vos Caicedito..
 En cada casa que vivo me niego a cortar el pasto. Sueño con que crezcan àrboles enormes, con sistemas de enramajes, que Cosimo me viene a visitar. Y vos tambièn. Y por las dudas leo y leo y leo y leo para no enamorarme de esos finales que me llaman.


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