cuántos faroles de sentimientos fueron trozados al momento friki
ocurrido en el flash de segundos terminales y acuáticos sobre ese cielo o mar carrocerístico
(tal su tonalidad de nocturnidad con oh de asombro futurístico por nuestra belleza out y de home diversión).
atónita en el asiento con rótulo de acompañante y ante el vuelo de tu gesto y palabras decoradas que sonriendo siempre se reacomodan y ahora al no tener sueños no saben dónde depositarse.
y yo colorada, antes y ahora después, hablando de un temor comprendido, no hay horror,
la preocupación era qué hacer ante el final anticipado. a ella las cenizas,
y para mi, tu asombro que demostró tu mal conducir después de cancherear que eras el mejor.
el cordón del asfalto hizo chispas contra los fierros, entraron y nos abrazaron, ante tus iris y mis dientes ensimismados, y tus dedos extendidos chocando mi palma que por falta de coordinación se tropezaron en la guantera. las manos y mi respuesta.
porque al pasar, reconocí a mi infancia abandónica presente eterna aferrada al espejo retrovisor. y supe en llanto interior frágil y ruidoso, que eras y que fuiste el inaudito
movimiento corporal
de luces intrasísmicas
chorreando fascinación ante el suceso que me acercó al primer libro. a la primera oración.
a la primera consonante. a la primer palabra que siempre hizo alucinarme en machacada insistencia de divagación.
y deslumbrada, por la corporeidad de lo imposible.
el cuerpo muerto es polvo que se mastica y se larga, algo en común para escupir.
no podés estar en frecuencia suprateslita porque sabés que crecer es evitar lo que sos:
una pantomima de fingir sociedades terrenales básicas y repetitivas y dormir con mis amigas causales.
todo, suponemos, los astros y cometas intraoceánicos, por la comodidad del temor y porque no leíste lo suficiente a los mundos de las paralelas del
mi amor.
sos humano.
y me dejaste aterrada.
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